Desde pequeño me atrajo este fenómeno de la naturaleza. Existen pocos espectáculos de la naturaleza más bellos que la Aurora Boreal, un despliegue etéreo de colores resplandecientes que producen las luces del norte.
Eran obvio cuando llegué a Minnesota por primer año mi deseo de verla, ya que la ubicación geográfica se prestaba para hacerlo. No sería tan fácil como en otras latitudes más al norte pero combinadas las circunstancias sucedería eventualmente. Para no hacerles largo el cuento algunas de esas circunstancias eran:
1. Sí o sí que hubiera actividad solar. Quizá es el elemento mas complicado, porque quien tiene tiempo para eso esos días, sin embargo si verdaderamente quieres verlas, necesitas monitorear la actividad del sol. Las grandes tormentas solares envían ráfagas de partículas solares cargadas, las cuales pasan a toda velocidad a través del espacio. Cuando la Tierra se encuentra en la trayectoria de la corriente de la partícula, el campo magnético de nuestro planeta y nuestra atmósfera reaccionan y “voilà”!
2. Que haya un clima despejado. Olvídate si hay nubes, simplemente no va a suceder, Cuando esté despejado lo sabrás porque podrás ver el firmamento a gran detalle, cosas que tal vez no viste antes las verás esa noche.
3. Que vivas en una zona nórdica, mientras más cerca del Polo Norte mejores resultados obtendrás.
4. Que pongas atención a la actividad y estés disponible para verla. Suena muy burdo pero si no investigas dependes solo de accidentes que te hagan salir y ver que ahí está afuera, precisamente como me ocurrió a mi.
Gracias a una situación ajena a mi, tuve que salir de la casa, suena como algo muy normal pero cuando afuera tu vida es de -20°C, lo que menos quieres hacer es salir; es decir, pagas el precio por ver las auroras.
Me llevé una sorprenda grande e intrigante al encontrarme con esta imagen:
Resulta que por azares de la vidas mis 4 circunstancias se combinaron y esto estaba a punto de pasar, había que prepararse!
Cargamos las cámaras, preparamos los tripies y a disfrutar.